Haz sólo lo que amas y serás feliz, y el que hace lo que ama, está
benditamente condenado al éxito, que llegará cuando deba llegar, porque lo que
debe ser será, y llegará naturalmente.
Facundo Cabral
¿Por cuánto dinero venderías a tu
familia? Es una pregunta risible ¿Verdad?
Cuando llegamos a la mayoría de
edad, se viene la pregunta “¿Ahora a que te vas a dedicar?” El “¿Qué querés ser
cuando seas grande?” Dejó de ser un futuro lejano y ahora se viene la hora de la
batalla, el enfrentamiento entre el
corazón y la mente.
El corazón casi siempre ilumina
un camino apoyado por ti mismo; camino inseguro, plagado de riesgos,
oportunidades no muy bien remuneradas.
La razón te muestra un camino con
más seguridad, apoyado por tus familiares; un plan ya bien definido, un método
ya comprobado, una carrera bien remunerada.
¿Por cuánto dinero venderías tus
sueños, por cuánto dinero te venderías a ti mismo? ¿Es risible esta otra
pregunta?
Imaginemos que seguimos cualquier
carrera bien remunerada, como ésta carrera es famosa por ser bien pagada, habrá
muchos que quieran seguirla; algunos porque les interesa mucho de que se trata,
pero la mayoría la seguirá por que los ha deslumbrado el brillo del dinero.
Entonces habrá muchos compitiendo en la carrera, y el sacrificio por avanzar en
ella será mayor, pero el dinero seguirá siendo el mismo; entonces se formará
una paradoja, porque sólo los que aman la carrera aceptarán sufrir el
sacrificio por mantenerse en ella ¿Vale la pena deslumbrarse por el brillo del
dinero?
Tengo aquí una fábula:
Eran éstos dos enanos que vieron
brillar una caverna, a uno le gustaba estudiar las rocas e internarse en las
cuevas para verlas; el otro sólo quería ganarse la plata. Entraron juntos y con
sus herramientas comenzaron a martillar el mineral. Al poco tiempo, uno había
seguido el camino de las vetas, llenando la carreta con la plata y su cuaderno
con las notas y dibujos que con pasión realizaba. El otro había hecho un
inmenso agujero, cargando en su camisa mucho sudor y de plata unas pocas
pepitas. Terminada la faena los dos salieron, uno de ellos volvería
al otro día, el
otro, otro camino buscaría, pero ésta vez guiado por su corazón.
Ésta vez dedico un suspiro, a
Amarilis, amiga mía, quien siguió la carrera de las leyes truncando su sueño de
ser veterinaria; y al convertirse en abogada sin suerte ni pasión, comió el fruto
prohibido de la corrupción. Amarilis, eres joven, cuando salgas de tu encierro
pide otra oportunidad a tu corazón.
Gracias por leer hasta aquí, y
muchas más gracias si sigues a tu corazón reforzado por tu mente y razón.